viernes, 28 de septiembre de 2012

102km Madrid-Segovia 2012

Y tras dos años sin tener nada que me motivara a escribir, aquí estoy de nuevo, sentado frente al ordenador intentando reorganizar mis recuerdos y emociones del pasado sábado 22 de septiembre para poder transmitirlo de la mejor manera posible.

Y como suele ocurrir lo mejor es empezar por el principio.

El año pasado tras correr los 100km. de Corricolari me quedé con la espinita de probar a terminar los 102km de Madrid-Segovia pero arrastré todo el verano una lesión en el glúteo y el psoas que me obligó a posponer el reto al menos hasta el año siguiente. Y tras finalizar en junio otra edición de los 100km. (y ya van seis terminadas) me atreví en un arrebato de locura o inconsciencia, apuntarme a esta carrera de la que sólo me habían llegado buenas referencias. Además, el sabor amargo que me dejó la última de Corricolari me hacía plantearme nuevos retos. Supongo que la crisis pasa factura incluso en la organización de pruebas deportivas pero creo que la falta de recursos (que no es tanta porque te clavan 45€) debería servir para plantearse ciertos cambios que sirvan para mejorar cada año en la CALIDAD de estas carreras. Sinceramente, me importa un pepino que me den una camiseta "güarrera" con el logo de la carrera. Personalmente prefiero que los avituallamientos sean ÚTILES, que sirvan para ayudar a la gente a recuperarse, a mejorar y a superar n reto tan duro. Y creo que a cualquier corredor experimentado que se le pregunte te confirmará que tomar sólo barritas energéticas y agua caldosa durante más de 12 horas no es recomendable. Por eso, cuando al acabar, hablando con la gente en las duchas me comentaron que la MS le daba mil vueltas a la de Corricolari no me lo pensé dos veces y me  apunté dos semanas más tarde.

Durante todo el verano tuve tiempo de arrepentirme de esa decisión pues arrastré durante casi tres meses una tendinitis aquílea muy fuerte que no remitía de ninguna manera. Probé a bajar la intensidad de los entrenamientos, a parar del todo, automedicarme con todo lo que pillaba, pero nada, cada vez me dolía más. Al final descubrí una serie de estiramientos y masajes que parecían funcionar un poco. Lo malo es que sólo quedaban cuatro semanas para la prueba y sinceramente, no estaba preparado para correr ni 30km. Entonces me planteé seriamente abandonar si en una semana no desaparecía el dolor.

Esa semana cayeron unos escasos 75km. (para lo que tendría que estar haciendo) pero milagrosamente el dolor estaba remitiendo. Ya no había tiempo para prepararse bien pero al menos podría plantearme acabar la carrera e intentar disfrutarla sin pensar en tiempos ni marcas. La siguiente semana superé los 80km. y la penúltima volvía superar los 70km. Sólo tres semanas de entrenamiento pero intercalando bastantes series de calidad frente al volumen de kilómetros. Y se acabó, el trabajo estaba hecho y ahora a cruzar los dedos.

Los últimos días fueron de descanso, a mi me viene bien parar los días antes para recuperarme muscularmente y sobre todo mentalmente.

El viernes anterior a la carrera todo eran dudas y miedos. Estaba literalmente "acojonado" y pensaba realmente que había cometido un error al apuntarme. Pero por suerte Eli estaba a mi lado para darme ese empujón de confianza que necesitaba y ayudarme a retomar el camino. Mi único objetivo ERA y ES, DISFRUTAR CADA PASO DE CARRERA. A eso seguro que no me gana nadie.

5:00am. No suena el despertador porque lo apago antes. Me he desvelado y empiezo a prepararme. Un buen desayuno, un gran café con leche, un trozo de tortilla de patata y algo de pasta de anoche seguido de una ducha tonificante. ¿Hay algo mejor?.

Cuando estoy a punto de irme Eli se levanta, me hace una foto y me desea suerte. La voy a necesitar. Cojo mis bártulos y salgo, de noche y entro en el Metro. La gente me mira extrañada. ¿Dónde irá este tío?. Si lo supieran... pienso.

Cogiendo los bártulos y prepar ándome para salir

Llego a Plaza de Castilla charlando con algunos marchadores que prueban por primera vez esta distancia. Nos deseamos suerte y acto seguido dejo las mochilas en cada camión. Es extraño pero de que no se pierda nada depende el éxito o fracaso de esta prueba así que no puedo evitar quedarme con algo de nervios en el estómago. Todavía queda una hora para empezar así que me tumbo a los pies de las Torres Kio (para mi siempre se llamarán así) y cierro los ojos intentando relajarme. Hubo momentos en los que casi me duermo así que parece que funcionó.



 La gente se prepara y la tensión se nota en el ambiente

Esto es lo que veo cuando abro los ojos

 Minutos antes de la salida

 Unos minutos antes de salir nos llaman a todos para darnos la charla técnica que por desgracia no escuché porque el sonido se perdía entre los gritos y las risas nerviosas de la gente.

Veo que alzan la pistola y PUM! salimos con la música a todo trapo.

Vídeo por cortesía de Gloria Fernández González en Youtube.

Salgo tranquilo y a mi ritmo, por sensaciones y sin mirar el reloj. Lo mejor de todo es que los primeros kilómetros me los conozco bien porque suelo entrenar por allí hasta que tomamos la salida a El Pardo.

Vídeo por cortesía de HMBraulio en Youtube.

Los kilómetros van pasando y la temperatura es ideal. Paso al lado de un árbol que me trae muy buenos recuerdos junto a la estación de El Goloso. Quizá sea el culpable de que me encuentre en esta situación. Así llego al km.16, Tres Cantos. Allí nos esperan con naranja cortada, coca-cola, agua e isotónicos. Esto es nuevo para mi, ¡qué alegría!, ¡un avituallamiento útil!. Saludo a algún conocido y sigo adelante sin casi parar. Me tomo un gel e intento disfrutar del camino aunque coincidiendo con los últimos km. de los 100 de Corricolari se me hace difícil.

Y pasito a pasito llego a Colmenar, km.26 donde espero que haya llegado mi mochila. Sello y me la entregan sin problema. Y el avituallamiento es mejor que el anterior. Aquí me pongo morado a sandía y naranja y por supuesto no puedo olvidarme de mis dos vasos de coca-cola. Me trago un sandwich de tortilla de patata que me sabe a gloria y aprovecho para llenar la Camellback con isotónico.

Salgo zumbando y no paro de darle las gracias a los voluntarios y a la gente que anima sin cesar a todo el que llega.

A partir de aquí empiezo a notar el calor. Todo este camino me lo conozco de memoria y hay momentos en los que se me hace pesado pero pronto llego hasta la bajada a Manzanares el Real y me pongo las pilas para llegar entre ovaciones al km.42. ¡Qué maravilla!. Así da gusto correr. Vuelvo a sellar y a comer más fruta. Me quito las piedras y la arena que se me han colado en los calcetines y sigo adelante y lo que es mejor... corriendo. Pero la alegría dura poco y empiezo a notar el peso del calor. Además se me ha olvidado rellenar la camell y voy seco. Por suerte encuentro una fuente a los pies de la Pedriza y bebo cuanto puedo. Me recupero bastante bien y sigo hasta llegar a Mataelpino, km.50 y e encuentro con un ambiente casi de fiesta. La gente sentada en las terrazas de los bares me aplauden y vitorean, la música a todo volúmen... Vamos, que entro bailando por el arco y a sellar de nuevo.

Aquí me lo tomo con calma porque el catering lo merece, bocadillos, sandwich, frutos secos, chocolate, con y sin leche, membrillo, fruta, isotónicos y por supuesto, mi amada coca-cola. Además hay una fuente fresquita en la que rellenar mi mochila. En este punto empieza a verse los efectos de tantos kilómetros de carrera, los primeros vómitos, desfallecimientos..., vamos lo normal. Pero me encuentro tan bien que no me lo pienso, me pongo morado a membrillo y salgo pitando y por supuesto dando gracias a todos los voluntarios y animadores.

Este tramo se me hizo bastante duro sobre todo por el calor y porque es casi entero de subida hasta la Barranca. Por eso aprovecho para caminar por tramos y relajarme y de paso disfruto del paisaje que es increíble. Y pasito a pasito llego al km.58.


La Pedriza es capaz de aliviar cualquier dolor

Los voluntarios son geniales, te animan, te ayudan hasta a sacar el rutómetro de la mochila, no tienen problemas en servirte la coca-cola... Aquí hago el primer y único cambio de calcetines de la carrera. Parece ser que un pliegue me ha causado un inicio de ampolla así que me unto bien de vaselina y pa'alante. En este momento aprovecho para mandar un mensaje a mi prima Arancha y le digo que en una hora estoy en Cercedilla. También es cierto que los mensajes de ánimo que me van llegando durante todo el día son increíblemente motivadores y me cargan las pilas.

La vista del embalse desde la montaña entre terneros y vacas

El calor sin ser demasiado fuerte se hizo duro en algunos momentos

Y tanto me las cargan que llego a Cercedilla km.64,4 en poco más de media hora. Allí me encuentro con mi colega Carlos Velayos con su cámara a cuestas y haciendo un tremendo reportaje fotográfico. Me da mucha alegría cruzar unas palabras con él y hablamos un buen rato mientras recojo la mochila y hago las llamadas de rigor. Entonces aparece mi prima y compartimos unas risas. Aprovecho para ponerme un par de parches hidrocoloides (anti-ampollas) en las plantas para evitar molestias posteriores. Me encuentro genial, parece mentira lo que llevo en el cuerpo, estoy incluso a punto de ponerme a hacer aerobic porque la música invita.

Me despido de Carlos y de Arancha y salgo corriendo de allí. Incluso algún retirado me ofrece por el camino un poco de cerveza y me da la vida. Sigo corriendo hasta el inicio de la subida al alto de la Fuenfría. La gente que anda por allí de excursión nos miran con ojos extraños. Y aquí la cosa se para. Es imposible para mi seguir corriendo en esta subida. Aveces lo intento pero no duro más de 50m. Y es que son 10km. de cuesta arriba con un desnivel positivo de más de 500m. Total, dos horas andando, a buen ritmo, si, pero andando. Alguno me pregunta que cuándo llegamos a la cumbre pero no lo sé. A mi se me hace eterno. Se ve alguna que otra pájara por el camino. Además las moscas están muy pesadas. Todo lo malo se cura con las vistas, sin impresionantes. Me gustaría pararme y quedarme un rato a disfrutar de lo que veo pero si lo hiciera no creo que pudiese moverme más.

Y para muestra... un botón. Desde ahí abajo venía yo.

Y sin darme cuenta llego al km.80, Puerto de la Fuenfría. Como siempre los voluntarios animando y ayudando. También la Guardia Civil que andaba por allí nos indica cómo es el camino que nos queda.
En ese punto hay una complicidad extraña entre todos los corredores. Nos hemos ido cruzando durante todo el camino y ya nos conocemos. Nos animamos y nos damos apoyo. Y esa es la grandeza de las pruebas de ultrafondo, el compañerismo, la falta de competitividad. Sabemos que todos vamos en el mismo barco y tenemos las mismas sensaciones y sentimientos y eso nos mantiene de alguna manera unidos. No les has visto nunca y sin embargo les conoces.

Alguno de los tramos de bajada desde el puerto

Son muchos kilómetros en las piernas y nunca he corrido tanto de seguido así que supongo que me tocará andar hasta la meta pero sorprendentemente no es así. Hecho a correr y rápidamente se pasan los calambres y me siento volar. Creo que voy de nuevo a 5'/km. y cuesta abajo así que me dejo llevar por las sensaciones y no me paro. Salvo algunos repechos de cuesta arriba sigo corriendo hasta el km.91, la Cruz de la Gallega. Ya es de noche y saco el frontal y la luz trasera. Vuelta a sellar y a beber. Me dan la coca-cola hasta con hielo. Y me zampo dos magdalenas que me asientan el estómago.

Nos dicen que sólo quedan 11km. para llegar y eso desmoraliza a la mayoría, a mi no, no queda nada y me siento bien, todavía. A partir de ahí la gente intenta ir con cuidado pues no se ve nada y el terreno es pedregoso. Pero yo veo la posibilidad de llegar antes de las 22:30h. de la noche y echo a correr. Tengo que admitir que fue una locura pues el riesgo de caerme o torcerme un tobillo era enorme pero no lo podía evitar. Mi cuerpo me pedía marcha y marcha le iba a dar.

Voy corriendo cuando recibo una llamada de Eli y me dice que si cuando llegue quiero una hamburguesa... ¿?
–¿cómo?– le respondo.
– Que si quieres una hamburguesa te la compramos– me vuelve a decir. – ¡Que estamos aquí!–
–¿Cómo que aquí?–
–Aquí, en el acueducto, hemos venido a esperarte, nos ha traído Fernando–

¡Menudo subidón!. Pues eso, que les llame cuando esté llegando.

Las luces de la ciudad cada vez están más cerca. Nos cruzamos con algún voluntario de la organización que nos anima y nos indica que sólo quedan 3km. Ahora sólo queda echar el resto. Entro en la ciudad y hago un par de llamadas, a mi madre que está flipando junto con mi hermano y mi cuñada. Me dan muchos ánimos y sigo adelante. La segunda llamada a Eli que se sorprende porque no pensaba que fuera a llegar tan pronto pero es que ahora no puedo parar.

A partir de aquí creo que fui volando. La gente no paraba de animar, las viejecitas de los bancos, los niños, las personas que salen y entran en sus casas, hasta desde los balcones oigo clamores y aplausos. Todo el mundo que te encuentras a tu paso te aplaude, te anima y te da la enhorabuena. A algunos los llevo viendo toda la carrera, son familiares que esperan a sus hijos o maridos pero la mayoría son de allí, volcados completamente con nosotros. Uno de ellos me comenta que sólo quedan 200m., cien de subida y cien de bajada. No puedo parar y sin embargo estoy cansadísimo. Voy como una moto y no es para menos. La calle se estrecha y cada vez hay más gente. Comienzo la bajada y por fin veo el acueducto. Al fondo mi mujer junto a mi hijo, sobrinos y cuñados, todos con globos, me están esperando. Cojo a Hugo y a Adrián de la mano y sigo hasta la meta. No me lo creo y pego un grito al cruzar el arco que me sale de dentro, desde las 8:30am. hasta las 22:28pm., entre caminos y montañas, entre polvo y sudor, con dolores y calambres... pero MUY satisfactorio.

En ese momento te vienen a la mente muchas imágenes y recuerdos. Todos los días de verano en los que se hacía durísimo salir, los dolores del aquiles, los miedos, lo increíblemente duro que se me hizo salir los últimos días cuando tocaban tiradas largas... Al final TODO mereció la pena. Y todos esos sentimientos tenían que salir de algún modo así que rompí a llorar en cuanto me acerqué a Eli. Ella sabe lo que me costó llegar allí. La carrera no empezó ese día sino en el momento en el que me apunté.

Se que es difícil hacer entender a la gente lo que me puede mover a correr estas "cosas". Lo he intentado de muchas formas y no consigo transmitir la grandeza espiritual que me aporta. Empezando por la pérdida del ego y siguiendo por el desarrollo de valores como el esfuerzo y la superación personal. Al final la distancia es lo de menos. Habrá quien lo experimente con 10km. y hay quien no lo consiga con 100. Creo que se puede resumir en que es una experiencia casi mística, de bajada a los infiernos y renacimiento e increíblemente satisfactoria. Con eso me quedo.

Y la emocionante llegada

5 comentarios:

JK dijo...

Enhorabuena por esa gran carrera y por la satisfacción que te dió. Estoy contigo en lo difícil que puede ser explicar lo que se siente, aunque sean 10 km.Que te recuperes pronto,saludos

Daniel dijo...

Enhorabuena por tu fenomenal carrera y te entiendo muy bien cuando hablas sobre la grandeza espiritual que te aporta este tipo de pruebas, algo dificil de explicar.
Un saludo campeón

German Alonso dijo...

JK_Muchas gracias. Ya estoy recuperado y corriendo de nuevo. Un abrazo.

Daniel_Tu lo sabes bien. Enhorabuena también a ti por haber tomado la decisión de seguir en ese momento crítico. Un abrazo.

Anónimo dijo...

jooooooderrr
yo que llevo 8 meses corriendo, me he quedado 'flipaillo' con tu experiencia y relato. Trataré de seguirte por alguna red social, que seguro que aprendo.
Un saludo, juliomerinov

German Alonso dijo...

Muchas gracias Julio pero te aseguro que poco te puedo enseñar yo. Si llevas ya 8 meses corriendo ya estás enganchado ahora sólo queda echarle horas y kilómetros. Un abrazo.
PD. En facebook me encontrarás en: http://www.facebook.com/german.alonso.58