lunes, 25 de junio de 2007

miércoles, 20 de junio de 2007

No tenemos vergüenza

No paramos de quejarnos, no tenemos verguenza. Como corredor iniciado (recién nacido) sufro con cada kilómetro que hago y como es normal, también disfruto con cada segundo que araño al cronómetro. Soy de los que les duele todo al correr 12km. Y por supuesto no salgo a correr todos los días, más que nada por que no puedo, mis piernas no dan para tanto.

Aún así me gusta salir a correr, siento que lo necesito cada vez más. Pero reconozco que me quejo mucho. No tengo verguenza.



Desde luego que mi meta, si tuviera una, sería, dentro de muchos años, participar en alguna de esas carreras míticas de las que oyes hablar como Des Sables o la Mont Blanc y por qué no, cualquier Ironman. ESO ES DUREZA. Lo demás son juegos de niños. Y para muestra un botón.





No puedo negar que se me cae la baba viendo a esta gente. Es muy probable que jamás consiga ni siquiera acercarme a imaginar el apuntarme a algo así, pero desde luego que es una meta a seguir aunque muy, muy lejana... A veces creo que somos una especie de masoquistas que disfrutan con el dolor porque es imposible hacerle entender a alguien que no corre esa sensación tan extraña. No se, a lo mejor tenemos algún problema mental.

Lo único que sé es que con tanta historia me han entrado unas ganas de correr... Hasta luego, me voy.

martes, 12 de junio de 2007

Y hasta la proxima...

Ya acabó todo. El dolor ha desaparecido y sólo queda el recuerdo de lo que fue un esfuerzo titánico. Estoy seguro de que seguimos teniendo la espinita de repetir algún año (esto va por Jesús y Óscar que me decían "nunca más") y probablemente lo hagamos. Y aprovechando que dejáis esos comentarios tan profundos (no volváis a hacerme esto) me he permitido el lujo de devolveros la pelota con este video que resume lo que fueron esas 22 horas.

Yo estoy seguro de que no hubiera podido terminar sin vosotros, de hecho ya me presenté sólo una vez y lo dejé. Intenté no insistir mucho a que os apuntárais porque sé lo que es esta prueba pero si hubiese tenido que ir solo me habría quedado en casa. Así que gracias por acompañarme en esta locura.

Juntos nos comemos los kilómetros, la lluvia y lo que nos echen.

domingo, 10 de junio de 2007

Reto conseguido

¿Qué puedo decir? La verdad es que llevo mucho tiempo esperando poder escribir este texto y no se cómo empezar. Supongo que lo mejor es comenzar por el principio.

Llegamos a Colmenar con la hora pegada al culo como siempre, y entre dejar las bolsas en los camiones y demás ya estábamos empezando. Mi primo Sergio (del que ya hablé anteriormente), su mujer y su hijo tuvieron el detalle de venir a vernos salir. Fuimos al coche a dejar la bolsa que nos daba la organización y cuando nos quisimos dar cuenta estabamos con el coche escoba encima nuestro. ¡Eramos los últimos!. Poco a poco fuimos escalando posiciones y las sensaciones eran buenas. Entre risas y tonterias llegamos a Manzanares el Real y tuve la mala suerte de hundirme en una especie de barrizal que por poco se queda con mi zapatilla. Alcanzamos sin ningún problema la primera parada, Colmenar. Aprovechamos para cambiarnos de ropa y comer algo porque suponíamos que la noche se nos iba a echar encima. Ese tramo fue sin ninguna duda el más bonito de todo el recorrido aunque las cuestas eran de escándalo.


Llegamos a Tres Cantos sin problemas, salvo una leve sobrecarga en una de las piernas de mi hermano Jesús que acabaría por pasarle factura. Kilómetro 53,300 y me encuentro perfecto, mejor que cuando empezé. Nos tomamos nuestro tiempo, comemos, revisamos los pies, estiramos un poco y de nuevo listos para salir. Como parecía que iba a hacer buen tiempo decidimos no usar las capas y los chubasqueros, con una chaqueta sería suficiente. ¡Cómo me arrepentí de esa decisión!.



A la hora de salir empezaron a caer rayos a ambos lados del camino y se desato una tormenta de las que no se olvidan. Además de los sustos que provocaban los truenos se nos mojó hasta el alma. El barro nos hacía imposible avanzar con normalidad y el agua inundaba nuestros pies. Estuvimos a punto de caernos en más de una ocasión. Fue un aunténtico martirio caminar en esas condiciones.


Llegué corriendo a San Sebastián porque no podía soportar más esa sensación de haberme tirado a una piscina con la ropa puesta. El panorama allí era desolador. Todo el mundo había sufrido más de la cuenta y empezaban a plantearse si seguir o no. De hecho tuvimos en ese momento nuestra primera baja. Mi hermano Jesús, que había aguantado como nadie el peor tramo del recorrido no podía soportar más el dolor de su pierna y los pies era mejor no verlos. La humedad había reblandecido nuestra piel y en el caso de mi hermano la había separado de la carne. No le insistí, comprendía que su sufrimiento era suficiente y había superado su propio reto.


Yo me encontraba incomprensiblemente bien, no tenía ampollas y una vez seco (tuve que tirar la chaqueta que llevaba porque era inservible en esas circunstancias) me sentía con fuerzas para seguir. Sólo quedaban 25 km. Mi otro hermano, Óscar, sufría una hipotérmia bastante fuerte y le temblaban hasta los párpados, así que cogimos un par de chubasqueros de la organización y emprendimos la marcha de nuevo.

Sufrimos un buen rato la tortura del barro y el agua, pero dejó de llover y la claridad del amanecer nos permitía apagar los frontales, de los que estábamos bastante hartos.

El camino a través del carril-bici hasta Tres Cantos se hizo muy largo, no llegaba nunca y empezaban a aparecer los primeros "zombies mañaneros". Yo, que llevaba la misma camiseta empapada por la lluvia empezaba a tener bastante frío pero una vez en el kilómetro 89 se te olvida todo. Sólo quedan 11, un par de horas.


Salimos con ganas, llevamos 20 horas andando y se hace un poco pesado, pero aún así, seguimos animando a la gente se se cruza con nosotros. Óscar va tocado de pies y tobillo y no le quedan muchas fuerzas, así que imagino el desánimo al tener que cruzar varios ríos crecidos por las lluvias y volver a mojarnos los pies y las zapatillas. Yo me encontraba bien, quedaban escasos kilómetros y todo habría acabado. Las plantas de los pies duelen por la presión soportada durante tantas horas y las fuerzas empiezan a faltar.

De repente una sombra en lo alto de una cuesta nos saluda a lo lejos. Es Jesús, que nos está esperando en Colmenar. ¡Qué subidón! La verdad es que me emocioné al verle y puedo decir que ese fue el mejor momento del día. ¡Ánimo campeones, que ya habéis llegado!, nos decía mientras escalábamos esa última cuesta. El pobre se encontraba tan mal que no pudo acompañarnos al estadio.

A partir de ahí sobran las palabras. He conseguido terminar este gran reto y a partir de hoy me siento un superhombre. Ni las condiciones meterológicas adversas, ni los kilómetros y las piedras han podido frenarme. Ahora estoy en casa, me encuentro bien. No tengo ampollas y el dolor muscular pasará en un par de días.





Reto conseguido.

lunes, 4 de junio de 2007

100·24·9·10

Las cartas ya están sobre la mesa. Poco queda ya por entrenar o mejorar. Quedan cuatro días para el reto y más o menos tengo todo lo necesario, zapatillas, botiquín, etc.

Tras muchas deliberaciones, idas y venidas, dudas y miedos, nos presentamos a los 100km en 24 horas la hermandad Alonso al completo. Y es que esto del blog hace mucho y el que se presenta una vez, repite.

Parece mentira, pero es en estos días cuando menos estoy pensando en la prueba. Y la verdad es que creo que lo mejor es relajar la mente además del cuerpo porque voy a tener que tirar de los dos este fin de semana.

Tengo ganas de que llegue el día. Seguramente porque esta prueba marcará un antes y un después en mi vida, ya que es la última antes de ser padre por primera vez y supongo que todo cambiará radicalmente a partir de entonces. Para mí es una manera de demostrarme a mí mismo que puedo con todo, que los retos están para vencerlos y que la vida resulta insípida y aburrida sin ellos. La superación de los propios límites es, sin ninguna duda, uno de los pilares de cualquier deportista. Comprobar que el entrenamiento empieza a surtir efecto, que las metas cada vez son mayores y que mucha gente piensa y siente como tú ha contribuido a generar en mi una adicción (muy sana por supuesto) a la superación, que espero no desaparezca nunca.



Frases tan repetidas como "¿Sufres más cuando corres o cuando no sales a correr?" utilizada en la San Silvestre de este año, o la campaña de nike "Soy adicto", resumen tan bien lo que un corredor siente que acabas formando parte de una especie de secta de "frikis" que prefieren salir a comerse el asfalto a pasar el rato viendo la tele o jugando a la Playstation.

Y lo peor de todo es que me siento orgulloso de pertenecer a ese, cada vez más numeroso, grupo de locos.