lunes, 21 de junio de 2010

Y ciento más

Tres fueron tres...

Como cada año... empezaría diciendo el Rey en su discurso navideño. Pues eso, como cada año rellené la inscripción a la ya mítica prueba de Corricolari de los 100km. en 24h. Y tengo que admitir que todo eran dudas ante cómo afrontar el reto, no sabía si iría solo o acompañado, si correr o andar y si mis piernas aguantarían un poco más de esfuerzo este año. Y es que no hay nada mejor que dejar que el tiempo ponga las cosas en su sitio. Al final mis dos hermanos se apuntaron y me dejaron claro desde un principio "que de correr nada". Así que dicho y hecho, este año lo intentaríamos acabar andando, que tampoco es "moco de pavo".

Unos días antes de la prueba me enteré a través de la web de Strands de que Fabian Roncero iba también a participar y gracias a ello tuve la oportunidad de conocerle en persona y además de felicitarle por el libro. Me pareció una persona muy agradable y de paso me quité la espinita de estrechar la mano de uno de los grandes mitos del atletismo.

Mis hermanos con paso decidido y dispuestos a acabar.

El día era perfecto, una temperatura y una brisa muy agradables invitaban a correr. Por suerte mis hermanos se encargaban de atarme bien la correa. Y es que en toda esta historia cada uno tiene su papel. Yo soy como una bomba a punto de explotar, en cuanto salta la chispa ya no hay quien me pare y acabo siendo como el perro que tira del amo y lo lleva a rastras. Mi hermano Jesús se encarga de aportar calma y tranquilidad (a veces demasiada!) lo que ayuda a disfrutar más de la prueba y vivirla desde otra perspectiva. Y por otro lado mi hermano Óscar nos protege a todos y acaba dándonos esa inyección de equilibrio que se necesita durante tantas horas de caminata. Así que formamos un engranaje perfecto. Ya lo dije en otra ocasión, juntos podemos con todo.

Los primeros kilómetros transcurren con normalidad.

La marcha transcurría con normalidad y los kilómetros y las horas pasaban sin ningún incidente especial. Yo intentaba correr, mis hermanos me decían que no... vamos, lo normal. Así que completamos la primera etapa sin más problemas que algunas molestias en los pies. Yo tenía una pequeña ampolla debido a la mala elección del calzado y mi hermano Óscar empezaba a sufrir las consecuencias de tener unos pies muy raros. Y es que da igual lo que haga porque siempre le salen ampollas. No importa las zapatillas que lleve o los parches que se ponga o lo que se eche en los pies, siempre acaban mal. Pero él siempre se lo toma con una sonrisa. La capacidad de sufrimiento de mi hermano es digna de estudio.

En esta parte de la travesía todo el mundo va contento.

En cuanto Jesús estuvo listo (¡!) salimos de nuevo hacia Tres Cantos. El camino es precioso y más si lo acompañas con los atardeceres de Madrid y una temperatura que invita más a tumbarte que a caminar. Y sin darnos cuenta llegamos a punto de caer la noche al kilómetro 52. Y como lo prometido es deuda no podíamos saltarnos esa cerveza y ese pincho de tortilla del que habíamos hablado los días anteriores. Así que ni cortos ni perezosos nos sentamos en una terraza literalmente cubiertos de polvo y sudor y dimos buena cuenta de tan suculentos manjares. Lo mejor de todo es que la terraza estaba en pleno recorrido y los demás participantes que se cruzaban con nosotros nos miraban con una mezcla de sorpresa y envidia sana y nos deseaban buen provecho. De hecho servimos de ejemplo a otros que también se apuntaron a la fiesta.
Lo malo fue ponerse en marcha de nuevo. En ese momento mis hermanos empezaron a flaquear psicológicamente y estuvieron tentados de abandonar. Pero conmigo delante la cosa no iba a ser tan fácil. Un poquito de pensamiento positivo, otro poquito de cojones, se mezclan bien y la fórmula de la motivación está hecha.

Ya en el polideportivo me di cuenta de que la pequeña ampolla se había convertido en una gran ampolla en cada uno de los talones pero ya no había nada más que hacer que aguantar. Porque los parches, en esas circunstancias no funcionan. Y lo de mi hermano Óscar iba creciendo. Ya tenía un meñique pelado aparte de diversas ampollas por el resto del pie. Nada, pensamiento positivo, sólo quedan 48 kilómetros, ya hemos hecho más de la mitad. Encendimos los frontales y adelante, hasta San Sebastián de los Reyes.

Los Alonso tenemos una cosa especial y es que siempre hemos funcionado mejor de noche y como no podía ser de otra forma caminamos más rápido esos 20km. que los anteriores. Ibamos como motos. La noche fue perfecta pero tengo que admitir que los dos últimos km. antes de llegar al polideportivo se me hicieron un poco largos. La verdadera prueba empezaba ahora.
A mi hermano Óscar ya le salía la sangre por la zapatilla y es que uno de los dedos parecía haber estallado. Lo tenía pelado y ensangrentado pero eso no le frenó en absoluto. Mis talones no tenían solución pero es un dolor soportable y todavía me sentía con ganas de correr, eso era una buena señal. Jesús era el más apagado por problemas musculares pero tampoco se planteaba ya abandonar.

Los primeros problemas serios empiezan a aparecer.

Teníamos por delante otros 13km. hasta llegar de nuevo a Tres Cantos. Durante este tramo veríamos amanecer y ya no teníamos ganas de hablar ni de bromear ni de nada. Sólo teníamos en mente llegar, cuanto antes. De hecho los dos últimos kilómetros puse el turbo y corrí a recoger la bolsa en el polideportivo. Las caras ya no son las mismas, parecemos fantasmas con la mirada perdida, con expresión penosa. Óscar prefiere ya no mirar los pies, ¿para qué?. Jesús tiene cargados los abductores, cuádriceps y gemelos y le cuesta mucho seguir.

De todas formas teníamos claro que ya habíamos acabado, la próxima parada era el final. No importa lo que tardemos porque lo hemos conseguido. Daba pena ver a gente que se retiraba en ese punto, con la meta tan cerca a tan sólo 13km.

Tan solo 13km. más...

Nos pusimos en pie a duras penas y caminamos lentamente esperando que el cuerpo se encendiera de nuevo pero parece que el motor no quería ponerse en marcha. Por mucho que la cabeza quiera ir rápido el cuerpo ya no puede acelerar tras 18 horas de caminata. Por suerte los riachuelos que se encuentran diseminados por el recorrido refrescaban los pies y nos daban unos minutos de tregua. Pero duraba poco.

Reconozco que ponerme en marcha fue difícil pero mentalmente me encontraba perfecto y no se me hizo especialmente largo así que me sentí victorioso. Correr durante 100km. es una dura prueba física y mental pero caminar durante 20 horas es una dura prueba mental y así me lo había planteado desde el principio.

A menos de dos kilómetros para el final Jesús nos dice, "yo no puedo correr la última vuelta, me gustaría, pero no puedo". Su cara lo dice todo. En estos momentos es cuando más hay que tirar de ese pensamiento positivo que hemos utilizado durante todo el día. Llegamos al final, se oye el Aleluya de Haendel y de repente desaparecen todos los dolores. Es verdad, no me duele nada. Le doy la cámara a una señora y les digo que sigan ellos que ahora les pillo. Esto me sirve para correr y como un ejercicio de catarsis se me unen mis dos hermanos, corriendo, hasta el final. Hemos terminado, los tres, juntos. Y es algo que ha tardado ocho años en suceder, desde que me presenté por primera vez.


Dos momentos de la llegada a meta.

Nos queda el recuerdo de los buenos momentos, los malos se borrarán pronto. Tendremos ganar de repetir y nuestras mujeres nos dirán que no. Habrá otros retos, más duros o menos, más largos o más cortos, pero no serán como este. Estos 100km. han sido únicos.

Enhorabuena a todos los que se han enfrentado a la prueba, hayan acabado o no, porque el simple hecho de plantearte una cosa así tiene mucho mérito.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Caray, pues no me has hecho llorar...
Muy bien descrito, estoy muy orgullosa de los tres.
¡Ser vuestra madre (a pesar de que me digáis que soy cursi) es lo mejor que me ha podido pasar!

Anónimo dijo...

Pensamiento positivo, si señor. Ya os dije que este año acababamos los tres. Y es que como dice nuestro padre los buenos somos así...la gente nos quiere.
Pasandose el dolor de pies, ya no tengo tan claro que no vuelva el año que viene.
Si que es verdad que hacemos buena mezcla entre los tres y si encima nos llaman los hermanos altos y guapos ya el colmo. Ahora a preparar alguna otra carrerita ¿no?

Anónimo dijo...

Pero bueno, sólo han pasado tres días. Me queréis volver loca?
El otro día dijisteis que no repetiríais, y ahora ya dudáis...

German Alonso dijo...

Mamá_ Cursi... un rato. Pues no lo he escrito para emocionar, la verdad. Pero no te preocupes que el año que viene no me verán por allí.

Óscar_ ¡Pero tío! ¿ya tienes ganas de volver?. Pues si quieres contar conmigo tendrá que ser como apoyo logístico. Yo no vuelvo a tirarme 20 horas andando, de momento...

Anónimo dijo...

Pues, sinceramente, no hay quien os entienda...

Paco Montoro dijo...

Germán, me acordé de ti ese día amigo, así que felicitarte a ti y tus hermanos por semejante proeza. Un abrazo, eres único!!!