sábado, 12 de octubre de 2013

IV Edición Madrid-Segovia

Nada más terminar la carrera del año pasado lo tuve claro, "a esta tengo que volver". Y así fue. De hecho ni me lo plantee, marqué la fecha en el calendario y en el mismo momento en el que salieron las inscripciones me apunté. No sé muy bien si fueron cinco meses antes pero en ese espacio de tiempo pueden pasar muchas cosas y creo que no me benefició mucho.

Tras el MAM acabé un poco "quemado" de tanto entrenamiento y teniendo en cuenta que ya estábamos en verano y a mí el calor me mata creo que acabé muy saturado de tanto kilómetro. Las salidas se me han hecho bastante cuesta arriba. Cuando estás en casa, tranquilo, fresquito y empiezas a pensar que te tocan 20km., que fuera, aunque sean las 21:00h. estamos a más de 30º, y no sólo eso, sino que mañana repites... la cosa se hace difícil. Creo que el entrenamiento más duro ha sido ese, el de no quedarme en casa, el de cumplir con lo que me había marcado.

La mayor parte de las veces te alegras de haber salido, llegas fresco, has hecho un buen tiempo, has dejado atrás toda la mierda acumulada. Pero otras no consigues llegar a casa corriendo, te paras, coges aire, intentas seguir pero estás deshidratado, no puedes. Y esos días pesan, te caen como losas sobre la espalda porque sufres tanto que no quieres que se repita y te entra miedo. A eso le sumas los dolores normales, las tendinitis en los aquiles, las rodillas que parece que van a reventar durante los primeros kilómetros, los pies recalentados por el asfalto, los pezones ensangrentados... No creo que tenga que añadir mucho más para hacerme entender, se hace duro. Pero pasan los días y las semanas y sigues ahí, "en el taco". Y la fecha se acerca y los ritmos te sorprenden y confías en que ese día nada falle. La verdad es que estaba deseando que llegara la fecha para poder descansar. Había perdido mucha de la motivación que me llevó a apuntarme y eso es un problema. Pero el problema más grave eran las dos heridas que me habían hecho las zapatillas justo una semana antes de la carrera. El calor y la humedad se unieron en mi contra en esos últimos 20km.

Anduve con dudas sobre el calzado hasta el mismo día a la hora de salir. No sabía si los parches iban a aguantar, si serían suficientes. Si no era así en el km.10 estaría fuera. Cinco minutos antes de salir de casa me probé varias veces unas y otras zapatillas, comprobé que ambas me hacían daño y sólo podía rezar porque esa molestia desapareciera una vez estuviese corriendo. Me decidí por Salomon. En el alpino se habían portado de maravilla y no tenía por qué ser diferente ahora.

Salomon, una buena elección
Revisando el equipo
Colocándome el chip

Agarré mis bartulos y me metí en el metro con esa especie de miedo y nervio en el estómago porque sabes que va a ser duro, que lo vas a pasar mal y sobre todo porque estás seguro de que va a doler.

La mañana era fresca y se agradece. Ojalá dure todo el día así. En la cola de las mochilas puedo saludar a Carlos Micra y desearle toda la suerte del mundo. El peso de tener el dorsal número 1 es grande.

Tras los discursos y homenajes se da la salida y cada uno va cogiendo su ritmo hasta que a la altura del Pardo empiezan a formarse pequeños grupos. Me engancho a uno y vamos charlando sobre carreras y ultras durante buena parte del recorrido hasta Tres Cantos (Km. 16). ¿Los pies?, ni rastro del dolor. Bebo, como algo y salgo rápido a Colmenar. Llevo muy buen ritmo y pronto me adelanto a mi grupo que va con la primera mujer, una portuguesa creo.

 


Llego a Colmenar (km. 27) con serios problemas intestinales (ya me entendéis) que se solucionan con una visita a la casa blanca, jeje. En este punto hago una larga parada, voy muy bien de tiempo, mejor de lo esperado, y aprovecho para comer bien y rellenar la camell. Salgo de allí con una sensación extraña en el estómago y la máquina no termina de arrancar correctamente pero me niego a parar, prefiero aguantar un poco y esperar a que vengan las buenas sensaciones.

Empieza a hacer calor y comienzan las nauseas

Llego al siguiente avituallamiento encontrándome un poco mejor pero cada vez que meto algo en el estómago, ya sea líquido o sólido vuelvo a sentir nauseas. Lo peor es que empieza a hacer bastante calor y tengo que obligarme a beber y comer. A partir del km. 36 tengo que empezar a caminar. El calor me mata, me siento mal y el camino, que tantas veces he recorrido en los 100km. de Corricolari se me hace pesadísimo.

Caminando bajo el calor

Por fin llego a la bajada hacia Manzanares y aprovecho para bajar rápido y darme un poco de gusto al cuerpo. En el avituallamiento tengo que sentarme y recuperarme un poco. No paro de beber pero no puedo quitarme la sed, mala señal. Sacan delante mío una bandeja tamaño industrial de pasta pero me da hasta asco mirarla. Como fruta, sigo bebiendo y salgo caminando hacia Mataelpino. No consigo reponerme ni correr en las subidas. Tengo mucha sed y calor, nauseas y me siento muy cansado. Llevo la camell llena pero me da asco beber el isotónico caliente. Me pasa la segunda chica que sorprendentemente va como nueva y bromeando. Aprovecho a beber y refrescarme en una fuente a mitad de camino y me sienta bastante bien así que puedo volver a correr un poco pero muy lento. Soy consciente de que estoy perdiendo todo el tiempo que había ganado al principio y me cabrea pero no puedo hacer nada. Me planteo incluso abandonar.

Consigo llegar al tan ansiado km. 50, Mataelpino. ¡Qué gozada!, tanto el recibimiento como la sombra y la comida. Dejo la mochila y como y bebo cuanto puedo, coca-cola, membrillo, sandía y almendras. Me cuesta pero se que lo necesito y que probablemente la falta de energía sea la causa de mis males. De la fuente sale un agua fresca que te da la vida. Así que tras un breve pero reconfortante descanso salgo decidido hacia la barranca, el tramo más duro de la carrera, no tanto físicamente sino mental. Al principio el camino es perfecto, corro y me siento genial por un pequeño sendero paralelo a la carretera. Pero a falta de 3km. no puedo seguir, me cuesta hasta andar, ¡qué pesadilla!. Me encuentro con uno de mis compañeros iniciales que tiene un corte de digestión y no puede casi caminar. Otro camina tan acalambrado que parece formar parte del reparto de The Walking Dead. Todos caminan ahora. Yo intento disfrutar del paseo y del paisaje pero la llegada a la Barranca se hace esperar.

Ya tengo ganas de llegar a la Barranca

Una vez allí bebo y tomo un gel. Lo peor ha pasado, me lo digo a mi mismo. Me obligo a correr aunque duele pero el dolor pasará. Me engancho a otro corredor y seguimos con ritmo suave hasta la gran subida. Una vez arriba me convenzo para correr hasta llegar a Cercedilla y así lo hago.

Una vez llego al pueblo me cruzo con Sinichi, popular donde los haya, que se queja de dolores. Le digo que sólo quedan 200m. y al grito de: ¡Paellaaaaaaa! se lanza a la carrera tras de mi hasta llegar al polideportivo. Sin duda uno de los mejores momentos del día.

Km. 64, allí me encuentro, como siempre al pie del cañón y cámara en mano, a mi colega Carlos Velayos que está retratando a cuantos corredores llegan. Le pregunto por Micra y me dice que va mal y que ha salido hace unos 15 minutos. Vaya por Dios.


Aprovecho para comer y beber de nuevo. Me sigo obligando, se que me vendrá bien pero se me hace muy difícil tragar nada. Aún así me trago un poco de arroz y aprovecho para tirar el isotónico y recargar de agua fresca la camell. Reviso los pies por primera vez y veo que están bien. Me molesta un poco alguna dureza en la planta pero se puede aguantar. Cambio de calcetines y en pie de nuevo.


 

Con el plato de paella y sacando bártulos
Últimos ajustes y fuera

Me despido de la gente y salgo del polideportivo "intentando" correr si es que a esos movimientos se les puede llamar correr. Ya conozco esa sensación así que aprieto los dientes y espero a que el dolor pase.

Unos pocos kilómetros después empieza la subida a la Fuenfría. Aquí ya no hay nada que hacer, me gustaría correr pero me encuentro peor que nunca, tengo el estómago en la garganta y en algún momento me planteo parar y meterme los dedos para vomitar pero pienso que eso me va a hacer más mal que bien. No queda otra que aguantar y tirar pa'lante. Los minutos pasan, incluso las horas, un par para ser exactos y todavía no veo el final. Me empiezo a poner nervioso, he perdido tanto tiempo...
Al fin llego arriba, km. 79.

Con mucha guasa pero 'jodido'

Aunque no lo parezca por la foto estoy muy cansado y asqueado. Sigo con la coca-cola, esperando que me asiente el estómago. Me tomo un gel y como frutos secos, mi cuerpo pide salado.
Al rato llega de nuevo Shinichi, con su eterna sonrisa. Le digo que bajemos corriendo y me dice que ya no puede correr. Todo esto sonriendo, claro está.

Yo me arriesgo, voy a intentar aprovechar la bajada y si la cosa no funciona al menos lo habré intentado. La puesta en marcha es difícil, los músculos no quieren moverse, los pies duelen y el estómago todavía se queja. Pero poco a poco todo eso va cambiando, empiezo a coger ritmo, los dolores van desapareciendo y milagrosamente el estómago ya no parece una centrifugadora. Me veo solo, corriendo por el camino entre grandes pinares a ritmos de 4'30'' y sintiéndome como nuevo.

Y con esas sensaciones llego hasta el km. 91, la Cruz de la Gallega. Si hago los 11km. restantes en menos de una hora puedo bajar mi marca. Empieza a oscurecer así que coloco los frontales (dos, uno en la cintura y otro en la frente) y vuelvo a intentar coger ritmo. Con la oscuridad y el terreno accidentado no me veo capaz de ir rápido pero sigo a ritmo constante y lo más importante, no paro de correr. Se me une al ritmo otro corredor, más veterano aunque no le veo bien el rostro y me dice que si no me importa que vaya conmigo porque él se acelera y se cansa rápido. Le contesto que será un placer, que yo voy despacio y así vamos acercándonos al final. Poco a poco empiezo a despegarme en las cuestas y me voy yendo a unos escasos 3km. de la meta. Una vez entro en la ciudad me desvío del camino y me voy a beber a una fuente. Queda escasamente un kilómetro pero si no bebo algo fresco tengo la impresión de que no voy a llegar. Me pongo de nuevo en marcha y vuelvo a encontrarme con mi compañero de los últimos kilómetros. Los dos tiramos de velocidad y cogemos juntos el ritmo hasta la meta.

La llegada, al igual que el año pasado, genial, la gente animando a todos, bestial. Por megafonía dicen mi nombre y el tiempo 13h35'.

Ahí queda eso

Y ahora toca la fiesta



























Los últimos 23km. los he hecho en poco más de dos horas con parada incluida. Ahora es cuando pienso qué hubiera pasado si no hubiese tenido problemas de estómago. Pero estoy contento.

Me encuentro con Micra al ir a las duchas y hablamos un rato sobre la carrera. Tras la ducha me tumbo en el polideportivo y reflexiono sobre lo que ha sucedido este día.

Estoy contento, lo repito, pero en el fondo creo que me he quedado con hambre de algo más... ¿qué será? ;-)













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