domingo, 10 de junio de 2007

Reto conseguido

¿Qué puedo decir? La verdad es que llevo mucho tiempo esperando poder escribir este texto y no se cómo empezar. Supongo que lo mejor es comenzar por el principio.

Llegamos a Colmenar con la hora pegada al culo como siempre, y entre dejar las bolsas en los camiones y demás ya estábamos empezando. Mi primo Sergio (del que ya hablé anteriormente), su mujer y su hijo tuvieron el detalle de venir a vernos salir. Fuimos al coche a dejar la bolsa que nos daba la organización y cuando nos quisimos dar cuenta estabamos con el coche escoba encima nuestro. ¡Eramos los últimos!. Poco a poco fuimos escalando posiciones y las sensaciones eran buenas. Entre risas y tonterias llegamos a Manzanares el Real y tuve la mala suerte de hundirme en una especie de barrizal que por poco se queda con mi zapatilla. Alcanzamos sin ningún problema la primera parada, Colmenar. Aprovechamos para cambiarnos de ropa y comer algo porque suponíamos que la noche se nos iba a echar encima. Ese tramo fue sin ninguna duda el más bonito de todo el recorrido aunque las cuestas eran de escándalo.


Llegamos a Tres Cantos sin problemas, salvo una leve sobrecarga en una de las piernas de mi hermano Jesús que acabaría por pasarle factura. Kilómetro 53,300 y me encuentro perfecto, mejor que cuando empezé. Nos tomamos nuestro tiempo, comemos, revisamos los pies, estiramos un poco y de nuevo listos para salir. Como parecía que iba a hacer buen tiempo decidimos no usar las capas y los chubasqueros, con una chaqueta sería suficiente. ¡Cómo me arrepentí de esa decisión!.



A la hora de salir empezaron a caer rayos a ambos lados del camino y se desato una tormenta de las que no se olvidan. Además de los sustos que provocaban los truenos se nos mojó hasta el alma. El barro nos hacía imposible avanzar con normalidad y el agua inundaba nuestros pies. Estuvimos a punto de caernos en más de una ocasión. Fue un aunténtico martirio caminar en esas condiciones.


Llegué corriendo a San Sebastián porque no podía soportar más esa sensación de haberme tirado a una piscina con la ropa puesta. El panorama allí era desolador. Todo el mundo había sufrido más de la cuenta y empezaban a plantearse si seguir o no. De hecho tuvimos en ese momento nuestra primera baja. Mi hermano Jesús, que había aguantado como nadie el peor tramo del recorrido no podía soportar más el dolor de su pierna y los pies era mejor no verlos. La humedad había reblandecido nuestra piel y en el caso de mi hermano la había separado de la carne. No le insistí, comprendía que su sufrimiento era suficiente y había superado su propio reto.


Yo me encontraba incomprensiblemente bien, no tenía ampollas y una vez seco (tuve que tirar la chaqueta que llevaba porque era inservible en esas circunstancias) me sentía con fuerzas para seguir. Sólo quedaban 25 km. Mi otro hermano, Óscar, sufría una hipotérmia bastante fuerte y le temblaban hasta los párpados, así que cogimos un par de chubasqueros de la organización y emprendimos la marcha de nuevo.

Sufrimos un buen rato la tortura del barro y el agua, pero dejó de llover y la claridad del amanecer nos permitía apagar los frontales, de los que estábamos bastante hartos.

El camino a través del carril-bici hasta Tres Cantos se hizo muy largo, no llegaba nunca y empezaban a aparecer los primeros "zombies mañaneros". Yo, que llevaba la misma camiseta empapada por la lluvia empezaba a tener bastante frío pero una vez en el kilómetro 89 se te olvida todo. Sólo quedan 11, un par de horas.


Salimos con ganas, llevamos 20 horas andando y se hace un poco pesado, pero aún así, seguimos animando a la gente se se cruza con nosotros. Óscar va tocado de pies y tobillo y no le quedan muchas fuerzas, así que imagino el desánimo al tener que cruzar varios ríos crecidos por las lluvias y volver a mojarnos los pies y las zapatillas. Yo me encontraba bien, quedaban escasos kilómetros y todo habría acabado. Las plantas de los pies duelen por la presión soportada durante tantas horas y las fuerzas empiezan a faltar.

De repente una sombra en lo alto de una cuesta nos saluda a lo lejos. Es Jesús, que nos está esperando en Colmenar. ¡Qué subidón! La verdad es que me emocioné al verle y puedo decir que ese fue el mejor momento del día. ¡Ánimo campeones, que ya habéis llegado!, nos decía mientras escalábamos esa última cuesta. El pobre se encontraba tan mal que no pudo acompañarnos al estadio.

A partir de ahí sobran las palabras. He conseguido terminar este gran reto y a partir de hoy me siento un superhombre. Ni las condiciones meterológicas adversas, ni los kilómetros y las piedras han podido frenarme. Ahora estoy en casa, me encuentro bien. No tengo ampollas y el dolor muscular pasará en un par de días.





Reto conseguido.

3 comentarios:

a la vejez viruelas dijo...

¡Bravo, campeón¡
Muy buenos los videos, me ha gustado mucho la música del video de Nueva Zelanda.
Me da miedo que quieras repetir.
Me siento orgullosa de vosotros, de los tres.
Un besazo

jesusalonsoiglesias dijo...

Hola hermano. Siento no haber podido acompañaros hasta el final. Desde el principio estaba convencido de que esta vez lo terminaría, a pesar de no haber tenido mucho tiempo para prepararme. Me sentía muy fuerte. Cuando decidí continuar tras los 50 lo hice para acabarlo. Pero como a muchos otros la lluvia, y sobre todo los resbalones por el barro, me rompieron el ritmo y me fastidiaron del todo el gemelo y el pie. Quizás con un poco de ibuprofeno y el bastón de papá hubiera podido terminarlo. Pero ahora ya no tiene sentido plantearselo. Estoy contento de hasta donde he llegado y del esfuerzo que he hecho. Y sobre todo de haber podido participar de todo esto con vosotros. No conozco mejor equipo para afrontar estos retos que Oscar y tú. Me siento muy orgulloso de vosotros. Enhorabuena. Os quiero, campeones.

Anónimo dijo...

Somos la bomba, de verdad un buen equipo y lo hicimos muy bien los tres.
Jesús Mari, ni de coña habría llegado yo donde tú con el poco entrenamiento que llevabas y la nochecita de lluvia, si Germán no hubiera seguido, con la "temblaera" que llevaba, probablemente me hubiera ido a casa contigo, estuviste genial, eres grande. Germán, tienes una cabeza a prueba de bombas (no me refiero de gorda) y una ilusión que ya la quisiera yo para mí, con esa ilusión llegarás hasta a un Ironman y si no, al tiempo.
Al mejor equipo del mundo, habría cambiado por ir con mis hermanos a esta o a cualquier otra aventura... pero claro no la repetiremos ¿o si?